
DOS VERDADES Y UNA MENTIRA
Tengo 36 años y mis amigxs tienen una edad parecida. Desde los 32 hasta los 40. Somos gays millennials. A todos nos ha pasado algo que no queremos contar. Todos escogimos hacer cosas aun sabiendo un posible desenlace negativo, uno dentro de un mar de posibilidades. Realmente queremos vivir, tanto como no ser juzgados por lo que elegimos hacer. A todos nos ha pasado una historia sobre la que preferimos mentir antes de que se escape una verdad desde nuestra boca.
Historias que siempre involucran un deseo, y como gays, nuestro deseo son otros hombres. Unos que no conocemos. Pero de alguna forma tenemos que conocer a la gente ¿cierto?
Ahora estamos impactados por la muerte de un joven de 21 años. Su cuerpo sin vida fue encontrado en Placilla, cerca de San Fernando, a unos 200 kms de la Plaza Egaña en la comuna de Ñuñoa en Santiago. Último lugar donde su celular emitió alguna ubicación. Ese día se junto con unos "amigos" que no eran de su círculo, unos con los que no compartiría la ubicación.
Yo hice lo mismo decenas de veces, podría decir que cientos de veces, porque ya tengo 36 años, y desde que tengo recuerdos que soy gay han pasado al menos 7300 días: Caminando a las 4 de la mañana por el centro de Santiago porque un hueón, con el que quedamos en su departamento, se puso violento por un exceso de cocaína. Recuerdo la vergüenza de andar caminando solo, recuerdo no tener plata (sino hubiera tomado un taxi), esperando llegar a mi departamento lo antes posible, acostarme para al otro día dar cara, y afrontar un nuevo día, con mi cuerpo cargando el resultado de una mala elección.
¿Esto hizo que cambiara mi forma de elegir lo que mi cuerpo y mente querían? No realmente. Me volvió a pasar algo parecido, pero con un pololo. De fiesta. Nos drogamos: Cocaína, LSD, marihuana, ketamina, y no sé qué más. Un simple beso entre mi novio con un desconocido (que en otra situación hubiese motivado retirarme y mandarlo a la chucha de una forma bien tranquila) desencadenó un nivel de violencia que nunca me había pasado. Nos tratamos pésimo, nos gritamos, nos agarramos las manos fuertemente para gritarnos cosas, lloramos y nuevamente terminé yéndome en la mañana a mi casa. Deplorable, vulnerable y muy muy triste.
Ese día entendí que, ni él ni yo éramos el problema, el problema eran las drogas, y bueno, quizás él también era mi problema.
¿Esto cambió mi forma de elegir lo que mi cuerpo y mente querían? Si, totalmente. Pero no pasó cuando tenía 21 años, esto me pasó casi 9 años después, a los 30 años. ¿Y por qué paso tanto tiempo? ¿acaso no me quería? Yo sentía que me quería y quería seguir viviendo, vivir es experimentar, y quiero seguir haciéndolo. Mis parámetros son distintos, mis intereses han cambiado, puedo decir que la vida que he vivido me ha llevado a donde estoy: Una donde juntarme con un hombre random de grindr, para ponerla un rato, aspirar popper y jalar una línea parece que no me satisfacen. La vida ya no es la misma que la de hace unos años, aunque tampoco tan distinta.
Veo mi teléfono y solo veo gente de mi comunidad lamentar la muerte de este joven, asegurando que es un crimen de odio, que el gobierno no nos protege, que nos quiere muertos y el fascismo, entre otras cabezas de pescado, frases hechas que se dicen por decir. Pero en mi mente solo pienso en las drogas y en los gays. En todas estas "anécdotas" que puedo recordar haber salido vivo, tuve suerte. En el año 2012 mataron a Daniel Zamudio. Luego se hizo la Ley Zamudio. Yo seguía juntándome con desconocidos o yéndome a su casa después de Illuminati. Tuve mucha suerte.
Si me pusiera a contar lo que les ha pasado a mis amigxs, probablemente no terminaría nunca de escribir. Serían historias en las cuales el protagonista termina solo, triste, decepcionado, horrorizado de lo que acaba de pasar, avergonzado volviendo a casa donde sentirse seguro. Y es solo lo que ellos deciden contarme, como les aclaré, nunca contamos todo, siempre fue peor a lo que sale de esa boca.